domingo, 29 de mayo de 2011

No quiero ser poeta

No quiero ser poeta pero soy poeta
no soy yo quien debe dictar normas a la belleza
ni me atrevo a escribir con la conciencia en vilo.
Una voz interior es la que me habla cuando duermo
-sé que no soy yo ni puedo serlo-
pero también lo soy, a veces, en mis versos.
Tampoco es una de esas musas de la Grecia arcaica
porque su timbre es tosco y no lleno de encanto.
Podría tratarse de un parásito alter ego,
de un extraño desdoblamiento del yo fugitivo,
pero no magnificado y sublime y divino,
sino tímido, charlatán y silencioso.

No quiero ser poeta y no soy poeta,
tan sólo el producto de una imaginación errada
y mi canción se queda en el fondo de mi alma
pues no es digna de estrofarse y alabarse
y mucho menos de provocar llantos altivos;
no quiero ser poeta por eso mismo.














Imagen: Retrato de un joven (supuesto autorretrato), por Michiel Sweerts.

martes, 24 de mayo de 2011

Poética

La poesía es un arma de doble filo.
Pero todos los caminos ya se han recorrido
y poco importa lo que se diga.

jueves, 19 de mayo de 2011

Era justo y necesario

La esperanza no existe
Más allá de todo lo esperable
sólo hay un ténebre vacío idealista.
Teníamos que hacerlo, había que eliminarla.
Para que todos aquellos que esperan a un salvador
abrieran los ojos centelleantes.
También es cierto que sin esperanza no terminarán las guerras;
pero no importa porque éstas son parte de la crueldad del hombre.
No nos arrepentimos.
Había que matarla para olvidar esclavizarnos en pos de una utopía.
Seremos libres en tierras de acero y fuego, pero seremos libres.
Y más tarde o más temprano seremos también legión.
Habrá que vivir el presente porque no existirá el futuro;
el tiempo se detendrá en nuestra ilusión.
No confiaremos en nada que nos anuncie una inmediata felicidad.

Yo a veces creo en la esperanza y a veces no.
¡Ay! ¿Qué hago?













Imagen: Hombre primitivo (sentado en la sombra), por Odilon Redon.

domingo, 15 de mayo de 2011

El cúmulo de personalidades: Oliverio Girondo me comprende.

Esto es, más o menos, lo que se siente cuando en una sola persona se encuentran reunidas un millar de personalidades, a veces opuestas; otras, complementarias. Es difícil ponerlas de acuerdo, pero más difícil aún es convivir con ellas. Esto es lo que nos expresa Oliverio Girondo en este poema en prosa, Espantapájaros 8.

Yo no tengo una personalidad; yo soy un cocktail, un conglomerado, una manifestación de personalidades.

En mi, la personalidad es una especie de forunculósis anímica en estado crónico de erupción; no pasa media hora sin que me nazca una nueva personalidad.

Desde que estoy conmigo mismo, es tal la aglomeración de las que me rodean, que mi casa parece el consultorio de una quiromántica de moda. Hay personalidades en todas partes: en el vestíbulo, en el corredor, en la cocina, hasta en el W. C.

¡Imposible lograr un momento de tregua, de descanso! ¡Imposible saber cuál es la verdadera!
Aunque me veo forzado a convivir en la promiscuidad más absoluta con todas ellas, no me convenzo de que me pertenezcan.

¿Qué clase de contacto pueden tener conmigo —me pregunto— todas estas personalidades inconfesables, que harían ruborizar a un carnicero? ¿Habré de permitir que se me identifique, por ejemplo, con este pederasta marchito que no tuvo ni el coraje de realizarse, o con este cretinoide cuya sonrisa es capaz de congelar una locomotora?

El hecho de que se hospeden en mi cuerpo es suficiente, sin embargo, para enfermarse de indignación. Ya que no puedo ignorar su existencia, quisiera obligarlas a que se oculten en los repliegues más profundos de mi cerebro. Pero son de una petulancia... de un egoísmo... de una falta de tacto...

Hasta las personalidades más insignificantes se dan unos aires de trasatlántico. Todas, sin ninguna clase de excepción, se consideran con derecho a manifestar un desprecio olímpico por las otras, y naturalmente, hay peleas, conflictos de toda especie, discusiones que no terminan nunca. En vez de contemporizar, ya que tienen que vivir juntas, ¡pues no señor!, cada una pretende imponer su voluntad, sin tomar en cuenta las opiniones y los gustos de las demás. Si alguna tiene una ocurrencia, que me hace reír a carcajadas, en el acto sale cualquier otra, proponiéndome un paseito al cementerio. Ni bien aquélla desea que me acueste con todas las mujeres de la ciudad, ésta se empeña en demostrarme las ventajas de la abstinencia, y mientras una abusa de la noche y no me deja dormir hasta la madrugada, la otra me despierta con el amanecer y exige que me levante junto con las gallinas.

Mi vida resulta así una preñez de posibilidades que no se realizan nunca, una explosión de fuerzas encontradas que se entrechocan y se destruyen mutuamente. El hecho de tomar la menor determinación me cuesta un tal cúmulo de dificultades, antes de cometer el acto más insignificante necesito poner tantas personalidades de acuerdo, que prefiero renunciar a cualquier cosa y esperar que se extenúen discutiendo lo que han de hacer con mi persona, para tener, al menos, la satisfacción de mandarlas a todas juntas a la mierda.

martes, 10 de mayo de 2011

Comercio literario


Pocas cosas han cambiado tanto en los últimos años (quizás si exceptuamos la ciencia y la tecnología) como la concepción del arte, que ha pasado de ser un ente espiritual a convertirse en un objeto material, y esto también se evidencia en la literatura, transformada ahora en un producto más de comercio, en algo que produce ganancias y que puede medirse en índices de ventas. Y lo lamentable y más irónico es que la mayor parte de los beneficios de la creación literaria se la lleva una corporación que para nada ha intervenido en la concepción de la obra. ¡Pero qué estoy diciendo, si ya apenas supone esfuerzo creativo el dar a luz una novela! Los escritores son trabajadores, empleados contratados para darle al vulgo lo que quiere el vulgo. Sí, podría objetárseme que eso ya lo hacía Lope, pero en ningún modo pueden equipararse los medios ni los fines; porque Lope también escribió otras cosas a parte de sus múltiples comedias. En cambio, en la actualidad tenemos una legión de autores que dan lugar a una subliteratura repetitiva y de esquemas fijos pero que es lo que quiere el pueblo. En otras palabras, literatura que vende. Esto quizá no sería tan malo si no fuese porque esos archiconocidísimos nombres eclipsan a unos cuantos que escriben por el simple placer de hacerlo y que moldean su literatura a su gusto, quedando desgraciadamente para una minoría que aún posee el criterio suficiente para poder distinguir el arte verdadero del mero encadenamiento de palabras formando un tópico machacón.
Hace falta rescatar al antiguo poeta. ¿Dónde ha quedado esa imagen del escritor apartado del mundo, marginado por la propia sociedad que lo vio crecer? ¿Dónde está la bohemia, literal o figurada? No es necesario vivir en una buhardilla alimentándose de miseria y polvo mientras se contempla de noche a las estrellas danzando en el cielo, pero sí es preciso el afán de luchar, de protestar y quejarse de un universo injusto. La literatura ya no es una herramienta de rebeldía o siquiera de apoyo al poder; apenas es descriptiva. Tal vez sea porque hemos terminado acomodándonos, apoltronados en una butaca mullida y conformándonos con lo primero que se nos ofrece, sin valorar sus puntos positivos y negativos. Eso y el desarrollo de la sociedad de consumo han contribuido a que el arte sea una lata de usar y tirar, tres rayajos en un lienzo y no algo que nos produce una sensación y que nos obliga a identificarnos con lo representado en la obra.
Hace falta regresar al malditismo, al germen sembrado por los poetas postrománticos franceses que hace tantísimo que no se ve. ¿Por qué? Pues porque el escritor no ha de estar al servicio del mundo, sino contra él. Puede apoyar a una sección de la sociedad, atenerse a un punto de vista concreto, es cierto, pero se ganará el desprecio de todos los demás. No es un héroe transfigurado en una máscara que sonríe ante las cámaras al recibir un premio frugal y comprado. Hay que regresar al ambiente rompedor de la vanguardia. A ese deseo por hacer algo nuevo y mejor, siempre mejor. Y siempre nuevo.
El arte ha de salir del corazón y debe llegar al alma. El arte no es algo que pueda comprarse porque, sencillamente, no tiene precio. Dicho esto, el arte y la literatura tal como los hemos conocido siempre están destinados a perecer.

sábado, 7 de mayo de 2011

Cantar XLV, por Ezra Pound

Con usura

Con usura no tiene el hombre casa de buena piedra
Con bien cortados bloques y dispuestos
de modo que el diseño lo cobije,
con usura no hay paraíso pintado para el hombre en los muros de su iglesia
harpes et lutz (arpas y laúdes)
o lugar donde la virgen reciba el mensaje
y su halo se proyecte por la grieta,
con usura
no se ve el hombre Gonzaga,
ni a su gente ni a sus concubinas
no se pinta un cuadro para que perdure ni para tenerlo en casa
sino para venderlo y pronto
con usura,
pecado contra la naturaleza,
es tu pan para siempre harapiento,
seco como papel, sin trigo de montaña,
sin la fuerte harina.
Con usura se hincha la línea
con usura nada está en su sitio (no hay límites precisos)
y nadie encuentra un lugar para su casa.
El picapedrero es apartado de la piedra
el tejedor es apartado del telar
con usura
no llega lana al mercado
no vale nada la oveja con usura.
Usura es un parásito
mella la aguja en manos de la doncella
y paraliza el talento del que hila. Pietro Lombardo
no vino por usura
Duccio no vino por usura
ni Pier della Francesca; no por usura Zuan Bellini
ni se pintó "La Calunnia”
No vino por usura Angélico; no vino Ambrogio Praedis,
no hubo iglesia de piedra con la firma: Adamo me fecit.
No por usura St. Trophime
no por usura St. Hilaire.
Usura oxida el cincel
Oxida la obra y al artesano
Corroe el hilo en el telar
Nadie hubiese aprendido a poner oro en su diseño;
Y el azur tiene una llaga con usura;
se queda sin bordar la tela.
No encuentra el esmeralda un Memling
Usura mata al niño en el útero
No deja que el joven corteje
Ha llevado la sequedad hasta la cama, y yace
entre la joven novia y su marido
Contra naturam
Ellos trajeron putas a Eleusis
Sientan cadáveres a su banquete
por mandato de usura. 


miércoles, 4 de mayo de 2011

Autodestrucción

Voy a destruir el lenguaje:
lalalalí
abecé
gfstock
gnsdñott
ssttaad
Y así es como me destruyo a mí misma.