miércoles, 29 de junio de 2011

Hielo

El hielo está tan frío que quema.
Me quema los labios,
me quema los dedos.
Me abrasa la lengua.
Debería calmar el dolor, pero sólo lo incrementa.
H
 I

 ELo

Es
FuE
Go

Fue Fuego
Pero ahora es frío. Y aún conserva su corazón ardiente de llamas negras.

viernes, 24 de junio de 2011

Y si me duermo hoy...

Y si me duermo hoy, ¿qué me dirá la luna?
¿Qué sabrá ella, gris anciana, de mi sufrimiento y mis espinas?
Sus mil años de paciencia no bastan para consolar mi llanto;
pues éste es tan agudo como cien dagas de acero.
Si cierro mis ojos, su mirada blanca...
¿Me cuidará Morfeo en esta noche aciaga?
El cielo es negro, negro y no hay estrellas doradas;
El pecho me lo atravesó una sanguinaria espada.
Y aunque no he muerto aún, mi alma está ya rota...
¿Y si me duermo hoy?
Dejaré que la luna me abrace en su regazo
y maternal me susurre una nana lejana...
No hay estrellas, ni luz: tan sólo está mi luna,
pero ella me amará en esta terrible noche oscura.

sábado, 18 de junio de 2011

Poema de los Dones, de J.L. Borges

Éste que dejo aquí es, sin lugar a dudas, uno de mis poemas favoritos del gran genio que fue Jorge Luis Borges. La tristeza y el dolor de tener algo alrededor que se desea mucho y no se puede poseer por muchos motivos es el eje de la composición, basada, claro está, en un hecho de la vida del propio Borges: su ceguera causada por una enfermedad hereditaria y la imposibilidad que esto conllevaba de absorber los queridos libros que lo rodeaban.


Nadie rebaje a lágrima o reproche
esta declaración de la maestría
de Dios, que con magnífica ironía
me dio a la vez los libros y la noche.
De esta ciudad de libros hizo dueños
a unos ojos sin luz, que sólo pueden
leer en las bibliotecas de los sueños
los insensatos párrafos que ceden
las albas a su afán. En vano el día
les prodiga sus libros infinitos,
arduos como los arduos manuscritos
que perecieron en Alejandría.
De hambre y de sed (narra una historia griega)
muere un rey entre fuentes y jardines;
yo fatigo sin rumbo los confines
de esta alta y honda biblioteca ciega.
Enciclopedias, atlas, el Oriente
y el Occidente, siglos, dinastías,
símbolos, cosmos y cosmogonías
brindan los muros, pero inútilmente.
Lento en mi sombra, la penumbra hueca
exploro con el báculo indeciso,
yo, que me figuraba el Paraíso
bajo la especie de una biblioteca.
Algo, que ciertamente no se nombra
con la palabra azar, rige estas cosas;
otro ya recibió en otras borrosas
tardes los muchos libros y la sombra.
Al errar por las lentas galerías
suelo sentir con vago horror sagrado
que soy el otro, el muerto, que habrá dado
los mismos pasos en los mismos días.
¿Cuál de los dos escribe este poema
de un yo plural y de una sola sombra?
¿Qué importa la palabra que me nombra
si es indiviso y uno el anatema?
Groussac o Borges, miro este querido
mundo que se deforma y que se apaga
en una pálida ceniza vaga
que se parece al sueño y al olvido.

martes, 14 de junio de 2011

El mundo contra tí; tú contra el mundo

Jamás podrás lograr que tu justicia prevalezca sobre la del resto del mundo. Ellos son mayoría y, por lo tanto, su opinión siempre será la válida sea o no cierta.
Cada pensamiento es como una estrella en una noche despejada: podrá haber miles, millones, pero ninguna se asemeja a las demás salvo en la luz que emite; una luz que puede ser bastante poderosa si se usa convenientemente.
Tú eres una de esas estrellas: un punto ínfimo en un universo enorme, pero un punto ígneo con el poder suficiente para cambiar muchas cosas.
No conseguirás jamás que tu visión de la justicia prevalezca, pero al menos puedes intentar convencer a otros de que es la verdadera.

miércoles, 8 de junio de 2011

Hoja en blanco

De un fragmento encontrado en un cuaderno.


Una hoja en blanco y un lápiz. Escribes sin saber realmente qué estás anotando. Tal vez una vivencia, tal vez sólo un sueño. Tal vez un relato ficticio surgido de tu imaginación.
Las gotas de lluvia golpean el cristal. Cloc, cloc. El segundero del reloj viaja incansablemente a través de la esfera.
Y con el lápiz en la mano vuelves a pensar. Tal vez no haya sido buena idea escribirlo.

domingo, 5 de junio de 2011

Serás flor y hierba

Tú serás flor y serás hierba
y te otorgaré el gobierno de este verso manso:
querrás darle miel, o hacerlo abeja
o dejar que repose en un río blanco.
Traerás con él el tibio calor del verano,
rasgarás tela de oro, delirio plateado;
llorarás amargura si muriese atragantado.
Y soñarás en la tarde, si acaso, si acaso...
entre esquilmo de olivo y camino de tierra.
Allí se tumbará a la espera de la noche
que vendrá cargada de lúgubre tiniebla;
ya eres flor y eres hierba, y te he entregado
el mando de un verso que aún no ha nacido.
Eres flor y eres hierba, y eres esquilmo de olivo,
eres miel y abeja, eres verano,
eres río blanco y eres delirio.
Pero no puedes ser Dios, porque Dios no es poeta:
(el poeta sí que es dios)
tan sólo eres yo, eres flor y eres hierba.










Imagen: Campo de amapolas en Argenteuil, por Claude Monet.

miércoles, 1 de junio de 2011

Diario

Acabo de percatarme de que hace tiempo que no escribo en mi diario, básicamente porque lo tengo guardado en casa y ahora no puedo disponer de él. Pero también me he dado cuenta de que en el fondo no es más que un simple cuaderno negro y que lo que verdaderamente me importa de él es su interior; en otras palabras: mis reflexiones, mis impresiones sobre el mundo, mis sentimientos y sensaciones. Por esa razón he pensado que por hoy este blog puede servirme a modo de bitácora, pues necesito poner por escrito algo que me ronda la cabeza desde ayer.
Y es que resulta que ayer por la tarde, mientras limpiaba uno de mis ordenadores portátiles borrando parte del contenido que ya no necesito, me fijé en que aún tenía guardadas algunas carpetas con archivos y trabajos de cuando estaba en el instituto, concretamente de segundo de bachillerato. Esto puede parecer algo banal, intrascendente, pero no lo es. A lo que iba: una de esas carpetas contenía ficheros de la asignatura de filosofía y al abrirla me acometió cierta nostalgia, así que decidí leer parte de esos trabajos que yo misma redacté hace tan sólo dos años. Cuál fue mi sorpresa cuando al leerlos no pude reconocerme a mí misma en esos escritos, cuando ni yo misma fui capaz de descifrar lo que había escrito. Al principio pensé que se debía al paso del tiempo y a mi actual escaso nivel de conocimientos filosóficos comparado con el que tenía por aquel entonces, pero luego me di cuenta de que la clave no se hallaba sólo en ese hecho; no era el contenido lo que me impedía entenderme, sino la forma, el modo en que las palabras se enlazaban para crear frases, que es muy distinto al de ahora- o quizá y esencialmente sea el mismo.
No era yo la que había dado a luz esas líneas, pero también era yo. Ambas cosas. Lo más extraño de todo es que era consciente de que si yo no supiera que esos trabajos eran míos, los habría tomado por los de otra persona.
Dijo mi profesor de crítica literaria que a veces los escritores necesitan perspectiva para poder ver sus escritos con total objetividad. O al menos para leerlos como si el autor fuera uno de tantos lectores posibles.
Y debo reconocer cuánta razón albergaban sus palabras, pues sólo cuando me he distanciado de lo que he escrito he sabido reconocerlo como ajeno y no como propio. El extrañamiento que el texto me ha producido ha sido tal, que lo mismo habría sido que lo hubiera leído yo o alguien de la Patagonia.
Ahora sé por fin qué debo hacer. No habrá nunca forma de que yo pueda juzgarme como escritora, pero al menos sí que podré leerme desde la distancia, reconociendo a mi yo del pasado y encontrándome conmigo misma una y otra vez, asombrándome de lo que escribí y de lo que pude haber escrito. Como si supiera que entre mi yo presente y el que me precedió hubiera una especie de pacto secreto que sólo nosotras conocemos; un pacto establecido por medio de la palabra. Y esta, puedo asegurarlo, es la sensación más maravillosa que se puede sentir cuando uno escribe.